Día 10: Posicionados en el Espíritu Santo

Para entender la importancia de los dones y los frutos del Espíritu en la iglesia, es primordial que hablemos del dador de los dones. Joel 2:28 dice: “entonces, después de hacer todas esas cosas, derramaré mi Espíritu sobre toda la gente. Sus hijos e hijas profetizarán. Sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes tendrán visiones”.

 Antiguamente los dones del Espíritu eran distribuidos sólo a ciertos individuos dentro del pueblo de Dios. Esta limitación, dice Joel, sería eliminada en los últimos días. El Espíritu sería derramado sobre toda carne, sus hijos y sus hijas profetizarán, sus jóvenes verán visiones y sus ancianos soñarán sueños (dones para la edificación de la Iglesia). 

La descripción de los 3,000 que se convirtieron mediante la predicación de Pedro ciertamente concuerda con esto. Pedro prometió que aquellos que respondían a este mensaje recibirían el don del Espíritu Santo. Pedro dice que el don es un efecto directo e inmediato de la conversión, “arrepentíos y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para remisión de pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo”.

Hechos 2:38 dice: “¡Que promesa tan maravillosa!” Por su parte, Efesios 5:18 nos llama a “ser llenos del Espíritu” y en este sentido, Pablo nos llama a “caminar como es digno de la vocación con la que fuimos llamados”.

En esa línea, Efesios 5:1 nos pide que “seamos imitadores de Dios como hijos amados”. El ser llenos del Espíritu no se relaciona con una experiencia eufórica, sino con los rigores éticos de la vida cristiana frutos). Por ello, Pablo no se está refiriendo a un experiencia única y definitiva. El usa el tiempo presente continuo en la expresión “sigan siendo llenos”. Aquí, el autor no está describiendo algo que sucede una sola vez, más bien, nos está diciendo que debemos ser llenos una y otra vez.

El Apóstol enseña lo mismo en Gálatas 5:16: “tenemos que caminar (pasear) por el Espíritu, vivir por el Espíritu y marchar al compás del Espíritu”. El mismo énfasis sobre el deber se encuentra en Efesios 4:30 cuando dice “no contristéis al Espíritu Santo de Dios”.

Todos estos son recordatorios de que nuestra relación con el Espíritu Santo no es una relación muerta. ¿Cómo puede una persona que ya ha sido llena con el Espíritu ser llena de nuevo? En Hechos 4:8, Pedro ya había sido lleno con el Espíritu Santo en el día del Pentecostés. Sin embargo, pocos días después él es nuevamente lleno. Esta experiencia posterior se relaciona claramente con la promesa del Señor en Lucas 12:11: “cuando sean llevados delante de los magistrados, no se preocupen acerca de lo que habéis de responder, porque el Espíritu Santo les enseñará en aquella misma hora lo que habéis de decir” (esto es don de ciencia).  

Pedro está enfrentando una crisis, por lo que recibió una llenura especial del Espíritu Santo para poder enfrentarla. Si nosotros nos lanzamos en humilde dependencia del Espíritu de Dios, Él nos capacitará para enfrentar cualquier emergencia. No podemos simplemente confiar en experiencias pasadas. Cada crisis crea su propia necesidad y el Espíritu resuelve dicha necesidad, llenándonos una y otra vez.

Según Hechos 6:5, Esteban en era un hombre “lleno de fe y del Espíritu Santo”. Un hombre, que nunca declinó, que no se desvió y permaneció habitualmente lleno del Espíritu Santo. De ahí que todo su carácter, sus relaciones, sus emociones, sus ambiciones, sus reacciones permanecieron bajo el control del Espíritu.

Este es el ideal cristiano, pero ello no puede garantizarse mediante ninguna experiencia única. Solamente puede garantizarse mediante una sucesión interminable de llenuras muy a tono con lo que sugiere Juan 1:16: “de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia”.

En la metáfora del Señor, de la vid y las ramas, que leemos en Juan 15:4 se expone que “así como la rama no puede llevar fruto en sí misma, a menos que permanezca en la vid, tampoco ustedes, a menos que permanezcan en mí”. Esto significa que tiene que haber un lazo fuerte y permanente entre el injerto y el tronco para que la sabia fluya libremente y los dones y frutos del Espíritu Santo fluyan en la iglesia.

Esto es todo un desafío para este nuevo año, ser esa iglesia integral de Dios, dando testimonio (frutos) de que Cristo vive en nosotros y usando los dones para la edificación de la Iglesia.

¿Cómo responderá a este desafío? ¿Qué está produciendo en usted el Espíritu Santo? ¿Está dispuesto a rendirse a Él para llevar mucho fruto? Recuerde, los dones están vigentes y Dios anhela dárselos ¡Pídalos!

Finalmente, que esta sea nuestra eterna petición: “Señor, ayúdanos a vivir y andar en el Espíritu Santo, siendo sensibles, dejándonos guiar en cada situación de manera que los frutos y dones del Espíritu sean una constante en nuestras vidas.

¡Que el Señor les bendiga!

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