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La oración como diálogo de amor con nuestro Creador

En el intrincado tapiz de nuestra relación con Dios, la oración se presenta como el hilo dorado que une nuestro corazón con el de nuestro Creador. Más que una lista de peticiones o un ritual vacío, la oración es un diálogo íntimo, un encuentro de amor que nos invita a sumergirnos en la Presencia divina. Como hijos diseñados para la adoración, la oración se convierte en el lenguaje a través del cual expresamos nuestro amor, gratitud y dependencia de Aquel que nos formó.

Un Diálogo de Amor, No un Monólogo:

A menudo, caemos en la trampa de convertir la oración en un monólogo, donde nosotros hablamos y Dios escucha. Sin embargo, la verdadera oración es un diálogo, una conversación bidireccional donde el amor fluye en ambas direcciones. Dios, en su inmenso amor, anhela comunicarse con nosotros, revelarnos sus secretos y guiarnos en nuestro camino.

«Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.» Jeremías 33:3

Este versículo nos recuerda que Dios está dispuesto a revelarnos sus propósitos y planes, siempre y cuando nos acerquemos a él con un corazón dispuesto a escuchar.

Más Allá de las Peticiones:

Si bien es válido presentar nuestras necesidades y deseos a Dios, la oración trasciende las meras peticiones. Se trata de cultivar una relación de amistad con nuestro Creador, de deleitarnos en su Presencia y de alinear nuestro corazón con el suyo.

«Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón.» Salmos 37:4

Este deleite en Dios, esta búsqueda de su Presencia por encima de todas las cosas, es lo que transforma la oración en un acto de adoración.

 

 

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